Silencio. Ya ha
pasado todo. Dos días después del humo y las ambulancias todavía parecen escucharse
el run run de aviones que sobrevuelan y helicópteros que buscan. En el mismo
sitio donde antes hubo helados, risas y niños, olor a palomitas y cine, tardes
de compras y noches de vino y amigos, sólo quedan los ecos de gritos y disparos
cobardes. Vidas que no se vivirán y familias que no se encontrarán.
¿Qué nos dejó el
mal?
Un niño. Un
pequeño cuyos ojos limpios duelen más que las balas sin sentido. “Eres un
hombre muy malo”. Y aquel joven armado, listo para arrasar con todo, entrenado
para ver sufrir, bajó la mirada. Pidió perdón y le dejó escapar con una
chocolatina en un intento desesperado por redimirse...
Un hombre. Aquel
ángel que decidió entrar una, otra y otra vez en ese infierno radical rescatando de aquella pesadilla a más de 100 inocentes. “Nadie tiene mayor amor
que el que da la vida por sus amigos”.
Voluntarios. Anónimos.
Ciudadanos. Personas. Que cambiaron la incertidumbre, el dolor y el miedo por un
chaleco de la Cruz Roja.
Un milagro. El de
aquel chico en fila esperando una bala que no se disparó. ¿Eres musulmán?
Miles de donantes
de sangre. Un granito de arena tras largas horas de espera en una fila para
dar, para darse.
....
Silencio. Ya ha
pasado todo. Los coches circulan. Los puestos de flores vuelven a decorar las
esquinas. Huele a maíz tostado. Se oyen niños en los colegios. También hay
tristeza y despedidas. Pero con ellas consuelo y hombros que abrazar. Sonrisas
cómplices que curan cicatrices. Historias de héroes y esperanza, de coraje y
humanidad. Miles de corazones que laten como uno solo. ¿Qué nos dejó el mal?
#WeAreOne (#SomosUno)