Jane llegó a nuestras vidas fruto de un pequeño milagro. La
casualidad o quizá el destino la trajo a Akila one en mayo.
Era pequeñita, de pelo corto y vestía una camisa blanca impoluta.
Se había quedado viuda hace pocos años pero no había tristeza en ella. (Supongo
que en África, más que en otros sitios, la muerte es parte de la vida).
Hablamos un rato y me sorprendió su voz de niña feliz. Se
reía de vez en cuando tapándose la boca, vergonzosa, tímida, aniñada de verás.
Antes de terminar, como si quisiera confesar algo importante rió otra vez, aunque
más nerviosa, y dijo:
- Yo no sé leer ni escribir...
Desde aquel día se levanta todos los amaneceres a las cinco
para coger el matatú y estar a las ocho en casa, siempre puntual. Juega con
Torero, le grita, le da de comer y jamás se enfada. Toma té a media mañana y
disfruta con la paella. Apenas entiende inglés pero se esfuerza por aprender
español. Habla poco pero sus ojos
grandes sonríen todo el tiempo. Y tú eres su debilidad.
- Toto! Be-be! - exclama al verte.
Está orgullosa de tenerte en brazos, de verte crecer. Te
viste con cuidado moviendo ágil sus manos pequeñas. Si lloras o gritas no pierde
la calma y le encanta hablarte en swahili pero aún más, que tú la entiendas.
Cada tarde, cuando llega la hora, se viste con
colores de África, limpia la tierra de sus zapatos y comienza a andar.
<3
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