27.3.13
Nairobi en cinco sentidos
Tacto: La madera que Peter transforma en una
silla inacabada donde quizá alguien algún día pueda leer, soñar, esperar...
25.3.13
Nuestra calle
La
calle en la que vivimos no es una gran avenida ni un espacioso paseo. No tiene
aceras ni semáforos. No forma parte de ningún casco histórico y en ella no hay
hombres y mujeres de negocios, tiendas que abran sus escaparates temprano,
bares que sirvan churros a primera hora o ruidos de coches que anuncien que ya
es lunes.
Nuestra calle es una carretera de doble sentido llena de baches, gravilla y agujeros.
Arbustos de buganvillas cuelgan de las paredes de algunas urbanizaciones
mientras un jardinero con botas de plástico anda pensando en sus cosas. A mitad
de camino unos grandes árboles forman una bóveda por la que cruzan coches,
niños que vuelven de la escuela, una señora haciendo footing o un keniano
paseando a dos san bernardos.
20.3.13
En el taller de Peter
Ebanista, carpintero y alma bohemia lo convierten en un artesano lento que
disfruta con el olor de la madera o viendo cómo las astillas se desperdigan por
el golpe del martillo. Sus manos manchadas de barniz agarran firmes un cincel con
el que dibuja grecas en la caja de algún musungu caprichoso.
18.3.13
Joseph
Joseph te sostiene en brazos mientras Ben juega contigo. |
Joseph
es fuerte y oscuro. Tiene las manos grandes y una sonrisa blanca que no se
apaga fácilmente. Trabajador incasable y fiel amigo carga piedras como un
gigante pero sufre como un niño que se transforma en poderoso cuando te coge y
te envuelve con sus dedos.
Natural
y sencillo, no se avergüenza al contar que es huérfano y que su única familia
son sus hermanos y su abuela enferma. Sólo algunas veces, más frágil, pesteañea
mirando hacia arriba y las palabras se le atragantan en la boca. Es entonces
cuando se leen en su cara las cicatrices del alma.
Joseph
estudia y trabaja. Tiene sueños. Una pequeña moto, ser un gran camarero, casarse
con una española,... Pero sabe que los sueños hay que andarlos. Por eso, lee,
memoriza y se esfuerza en las clases para adultos a las que asiste cada tarde.
Josefino,
José...Silencioso a primera vista se vuelve charlatán en las distancias cortas.
Imita a Obama y se ríe al pronunciar alguna palabrota que papá o algún otro le
enseña en español.
Orgulloso
muestra el gimnasio donde se entrena tenaz o su hogar de barro y metal que
comparte con tres amigos. Por las noches, después de una cena a base de Ugali o
arroz tocan la guitarra y juntos cantan a la vida. Después, reza, se duerme y
comienza a soñar de nuevo.
15.3.13
¡Cielos!
El
cielo aquí se pinta color azul y blanco acuarela. A veces más claro, otras más
oscuro....pero siempre siempre... el cielo aquí ¡es luz!
Ubicación:
Kenya
13.3.13
Bakhita
Chiquita, muy chiquita nació y así sigue siendo. Piernas largas y pies grandes contrastan con su cuerpo escondido en un vestido al que le sobran volantes y lunares. Ojos negros miran atentos y sonríen a cuidadoras y hermanas misioneras de la caridad que le regalan abrazos y complicidad. Bakhita tiene estrella.
A través de los barrotes de una cuna que es su hogar la ves dormirse con el pulgar en la boca y sus enormes pestañas rindiéndose al sueño. De este modo, entre risas y llantos compartidos, descansa en ese oasis en medio del slam de Huruma donde la acogieron.
Princesa de un cuento con final aún abierto mueve las manos en busca de una cara que agarrar, un pelo del que tirar o un cuello en el que protegerse. Tan sólo dos pequeños dientes se asoman en su boca y no anda a pesar de haber cumplido un año desde que las hermanas la conocieron. Bakhita va despacio.
(NOTA: No puedo subir fotos de Bakhita pero mejor porque así dejáis trabajar a vuestra imaginación ;))) De todas formas, como sé que os gustan mucho he puesto una del Hogar en el que vive y la otra del camino hacia el slam, no es muy buena porque la hice con el coche en movimiento pero creo que ilustra el lugar...)
Etiquetas:
Bakhita,
Huruma,
Misioneras de la Caridad,
slam
Ubicación:
Kenya
10.3.13
Jane
Jane llegó a nuestras vidas fruto de un pequeño milagro. La
casualidad o quizá el destino la trajo a Akila one en mayo.
Era pequeñita, de pelo corto y vestía una camisa blanca impoluta.
Se había quedado viuda hace pocos años pero no había tristeza en ella. (Supongo
que en África, más que en otros sitios, la muerte es parte de la vida).
Hablamos un rato y me sorprendió su voz de niña feliz. Se
reía de vez en cuando tapándose la boca, vergonzosa, tímida, aniñada de verás.
Antes de terminar, como si quisiera confesar algo importante rió otra vez, aunque
más nerviosa, y dijo:
- Yo no sé leer ni escribir...
Desde aquel día se levanta todos los amaneceres a las cinco
para coger el matatú y estar a las ocho en casa, siempre puntual. Juega con
Torero, le grita, le da de comer y jamás se enfada. Toma té a media mañana y
disfruta con la paella. Apenas entiende inglés pero se esfuerza por aprender
español. Habla poco pero sus ojos
grandes sonríen todo el tiempo. Y tú eres su debilidad.
- Toto! Be-be! - exclama al verte.
Está orgullosa de tenerte en brazos, de verte crecer. Te
viste con cuidado moviendo ágil sus manos pequeñas. Si lloras o gritas no pierde
la calma y le encanta hablarte en swahili pero aún más, que tú la entiendas.
Cada tarde, cuando llega la hora, se viste con
colores de África, limpia la tierra de sus zapatos y comienza a andar.
Ubicación:
Kenya
5.3.13
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