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8.4.13

Un campo de fútbol



Pies descalzos persiguen un balón arriba y abajo de una alfombra verde. Huele a lluvia, césped y cuero mojado. Se oyen gritos, empujones y caídas en el barro. Camisetas de la selección española, del Inter de Milán, del Real Madrid.... forman una equipación diferente y desigual que no causa peleas.


Un jugador empuja a otro a un suelo con calvas marrones pero no hay pitos ni pañuelos blancos. Todo lo contrario, manos que se chocan, risas cómplices y piernas desnudas. En ese campo no hay tribus ni razas. En ese campo: las mismas reglas, las mismas celebraciones y la misma agua para aclarar los restos de lodo.

No hay gradas, ni seguidores fanáticos, tan sólo un perro abandonado y un guarda de seguridad que se carcajea al ver el espectáculo. Goles que se celebran con el equipo y el contrincante. Victorias que saben a amigos, aplausos y sal. Un terreno de juego donde el fútbol es una excusa y poco más. 




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