L.
tiene casi 13 años. Es keniana, menudita y tiene ojos negros que transmiten paz
y algo más. Va a clase en Kianda School y vive con sus tíos y sus primos en una casa
blanca con jardín y un salón repleto de alfombras y grandes sofás.
Su
madre murió en un accidente de tráfico cuando viajaban juntas en matatú hacia
el colegio. L., más afortunada, salió viva de aquel amasijo de hierros y ruedas
pero nadie pudo librarla del coma. Tras unos días que parecieron siglos de
rezos y esperanza, L. despertó.
Luchadora y valiente dijo que sí a la vida y no le importó tener que aprender a andar de nuevo, comer o vocalizar. Primero en silla de ruedas, luego con muletas y finalmente, L. volvió a ser la de antes.
Nunca la he visto seria ni ensimismada. Intento descifrar qué pasará por esa cabecita llena de trenzas y recuerdos de una madre que ya no está. Pero sólo hallo sencillez y claridad.
Educada y detallista, si la encuentro y no estás conmigo jamás olvida un recuerdo para Juan. Luego se despide y cuchichea con sus amigas vestidas todas con jersey azul marino y falda de cuadros. Ya apartada se vuelve sigilosamente como para espiarme. Entonces, me cruzo de nuevo con esos ojos negros suyos que sonríen y lloran a la vez, que son alegres y melancólicos, con esos ojos negros que transmiten paz... y algo más.
(De nuevo tengo problemas con las fotos ;)) no puedo publicar una foto suya directamente así que os dejo algunas con amigas en su colegio)
Brillante....like always!
ResponderEliminaramong the stories that I'll be taking with me wherever I go from here.
ResponderEliminarbesos
Amanda